Pero más amo a mi hermano: El hombre

Diego ArGo
12 min readJun 27, 2022

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Comenzaba el espectáculo más esperado del año. Sus dedos plateados rasgaron las cuerdas de una guitarra bellísima. Sus inmóviles labios de aleación de plata, acero y aluminio se iluminaron de un azul claro y comenzó a cantar con la más bella de las voces.

Pasaste a mi lado
Con gran indiferencia

Además de la música, la gente admiraba el agasajo visual que se presentaba en el escenario. Usaba un traje tradicional labrado en obsidiana y con detalles de oro a manera de botones e hilos. Su piel metálica lo hacía parecer el protagonista de una película de la época de oro en la mejor definición posible. Sus ojos de jade, mármol y micro-focos LED hacían contraste con el bigote de hilos de cobre y bronce.

Para rematar, estaba el enorme sombrero de obsidiana, plata y oro labrado por artesanos y artesanas de Taxco. Era en el sombrero, digno de ser expuesto en un museo, donde en realidad se encontraban los altoparlantes que permitían la mejor experiencia vocal y sonora, no en la boca. La I.A.V.Y.T. (Inteligencia Artificial Vocal Y Tonal) desarrollada en el IPN captaba y contenía los rasgos sonoros más importantes de las voces de Pedro Infante, Jorge Negrete, Luis Miguel, Armando Manzanero, Vicente Fernández, Lucha Villa, Chavela Vargas, Lucha Reyes, Lola Beltran, Juan Gabriel, Paquita la del Barrio, Rocío Dúrcal, José Alfredo Jiménez, entre otres. Según la canción, ambiente, escenario, compañía musical, audiencia y momento del año, la I.A.V.Y.T combinaba las ondas y registros necesarios para generar la mejor voz posible.

Su memoria contenía todas las letras y variaciones de la canciones, corridos, boleros, salsas y merengues más importantes de la historia. Hasta tenía la capacidad de traducirla a todos los idiomas hablados en el país y generar entonaciones y variaciones necesarias para cantar en lenguaje inclusivo. También conocía, procesaba y aprendía de los instrumentos más utilizados en sus espectáculos. Guitarra, violín, arpa, trompetas, vihuela, acordeón y guitarrón.

Los millones de micro-engranes y circuitos escondidos en su interior hacían de su movimiento y comportamiento algo sorprendentemente humano y natural. Sus interacciones con el resto de los músicos (que éramos humanos, respetando la Ley Laboral de Inclusión Humana en las Profesiones Artísticas y Culturales) era maravillosa y divertía a cualquiera que disfrutara del show.

Sin duda era el mariachi más querido de México. Había cantado en todos los estadios, escenarios, palenques, festivales, jaripeos, programas y eventos más importantes del país. Su nombre técnico era M4 v13.0, pero nadie le decía así. Hoy por hoy, le decían Cenzontle, porque algún presidente, después de cantar todos los clásicos en en el espectáculo del 15 de septiembre, dijo “Es una de las hazañas tecnológicas mexicanas y mundiales más importantes de la historia. Hoy las maquinas pueden cantar cual Cenzontle”.

No había recinto que Cenzontle no llenara. No había alma que no conmoviera.

Hoy, desde el Palacio de Bellas Artes y a través una transmisión de streaming internacional, México y el mundo disfrutaba (y lloraba) su última presentación.

Tus ojos ni siquiera
Voltearon hacia mí

Al principio fue objeto de polémica. Incluso para mí. Los robots y procesos de automatización ya estaban ocupando todos los trabajos técnicos e ingenieriles. Cuando apareció M4 v1.0 los conocedores y los no tan conocedores enloquecieron. “¿Cómo va a ser que un robot nos va a cantar?” “Es imposible que sepa con exactitud tocar los instrumentos musicales”. “¡Jamás! Las artes, y sobre todo la pasión de un mariachi, son solo para los humanos”. Se preocupaban demasiado. La primera versión tenía toda la pinta de animatrónico de parque de diversiones gringo. No era natural y solo podía moverse de la cintura para arriba. Habitaba en un congal en el centro de la ciudad. Una grabadora glorificada. La gente lo veía con morbo y burla. Simplemente una atracción chafa. Con el tiempo, institutos de computación e inteligencia artificial se empezaron a interesar en su desarrollo. Para la v6.0, el androide empezaba a presentarse en auditorios universitarios de todo el país.

Miles de puristas se negaban a su desarrollo, sobre todo en Jalisco. Se hablaba de la muerte del artista a manos de los conglomerados tecnológicos. Del olvido inminente de los y las exponentes más importantes del mariachi y la canción popular. Del despojo de trabajos a artistas importantes y reconocidos. Con el paso del tiempo se fue haciendo menos caso a sus quejas y reclamos. Las hazañas de Cenzontle ya sonaban en noticieros internacionales y la inversión nacional y extranjera se recibió con los brazos abiertos. Ese dinero no solo generó un desarrollo tecnológico cual cohete, si no que permitió que el exterior de Cenzontle se volviera único y bello.

Esos brazos, esos pómulos marcados, ese bigote frío… esos ojos de estrella.

A la larga, lo único que consiguieron fue una reforma rápida y sencilla a la Ley Laboral. Y pensándolo, fue gracias a eso que lo conocí. Con la inclusión de personas en sus presentaciones ya nadie ponía peros en el espectáculo de Cenzontle. Era un androide magnífico, rodeado de músicos con reconocimiento internacional, los y las bailarinas más premiadas del país. La producción era impresionante y recorría toda la república y poco a poco fue llegando a otros países que se maravillaban con su piel plateada y su voz de oro.

Para la v.10.0 Cenzontle ya adaptaba su exterior y comportamiento a rasgos femeninos, masculinos y no binarios. La crítica especializada llamaba al androide el mayor exponente de una nueva corriente artística conocida como IAA (Inteligencia Artística Artificial). Su espectáculo de mariachi y música popular titulado Pájaro De 400 Voces se convirtió rápidamente en la presentación más vista en la historia del entretenimiento mexicano.

Te ví sin que me vieras
Te hablé sin que me oyeras

Me uní al espectáculo el mismo mes que se lanzaba la v12.0. La actualización incluía un procesamiento de lenguaje avanzado, que le permitía a Cenzontle comunicarse de manera natural con el resto de sus músicos, bailarines y equipo de producción. Y ahí estaba, más nervioso que nunca, en mi primer ensayo general cuando pasó frente a mí y me dijo con la voz más natural del mundo: “Hola. Bienvenido a 400 Voces”.

Me dejó helado. Para nada parecía un robot.

Llegar a ser violinista en la agrupación de Cenzontle no fue nada fácil. Aunque yo toco el violín desde los tres años y mi abuelita juraba que era un prodigio, (y tal vez lo era en un mundo pre-Cenzontle) pero la competencia era intensa. Gracias a becas, el sudor y lágrimas de mi madre y mi sangre derramada estudié violín clásico en diferentes institutos internacionales, graduándome con honores y aplausos. Pero sabía que para encontrar la felicidad tenía que tocar con el mariachi de mi pueblo. Eso honraría la memoria de mi abuela. Tocando Inocente Pobre Amigo me di cuenta que ese era mi mero mole. El violín clásico me aburría. El dulce sonar de las cuerdas que rasgaban el corazón junto a la voz y las trompetas, era el sonido que movía mi corazón. Cuando tomé la decisión, el mariachi ya había sido re-definido y me obsesione con llegar al show de Cenzontle, que por ese entonces iba en su v8.0.

Las audiciones eran interminables. El panel de decisión se conformaba por especialistas y teóricos en todo tipo de música popular, folclor y entretenimiento, el equipo de desarrollo de Cenzontle, el equipo de producción del show y también estaba presente y activa la I.A.V.Y.T. Captaba, analizaba y decidía si el estilo del postulante era el adecuado y necesario para aparecer con Cenzontle. La decisión de quedarse podía ser unánime por parte del panel, pero si la I.A.V.Y.T determinaba que no sonabas lo suficientemente bien, podías olvidarte del sueño.

Recuerdo ver la pantalla detrás de los y las panelistas, donde se observaba la onda sonora que generaba mi violín. Ese registro decidiría mi futuro y gracias a los rezos de mi familia entera, el rango era muy bueno.

— Según I.A.V.Y.T puedes mejorar, pero estás dentro del rango. Además tu sonrisa nos encanta.

— Antes de iniciar, estarás en prueba y entrenamiento seis meses. Si para entonces no entras en el registro exacto tendremos que despedirnos.

Fueron los seis meses más cabrones de mi vida. O eso pensaba en su momento. El entrenamiento físico para el baile y maniobras era sencillo. El pinche registro perfecto de I.A.V.Y.T era casi imposible. Recuerdo estar encerrado en la cámara de aislamiento y entonación donde I.A.V.Y.T y yo captábamos hasta la más ligera falla. Seis meses después ya estaba en un escenario de Nueva York debutando junto a Cenzontle. Estar tan cerca de él era fascinante y extraño. Me era muy difícil pensar que terminando el show, sería guardado en una caja de mantenimiento robomecatrónico de última generación, mientras el resto cenábamos en un elegante hotel con vista a la ciudad. Alguna vez, terminando un espectáculo en Tokio le dije que se uniera a nosotros en la cena.

–Sabes que yo no puedo ingerir alimentos.

Su voz era la más dulce que yo había escuchado en la vida, y aunque no fuera capaz de sonreír como el resto, su gesto era el más gentil de México.

Y así sin más se metió a la caja de mantenimiento.

Y toda mi amargura se ahogó
Dentro de mí

Entre semana teníamos ensayos intensivos. A veces sin él presente, para afinar los errores humanos que podían surgir en el espectáculo. También teníamos ensayos uno a uno con Cenzontle, mientras el resto del grupo presenciaba. Ayudaba a los técnicos y programadores a crear aspectos de personalidad basados en cada integrante y generando interacciones divertidas y apacibles para el público. Lo sentía yo, lo sentían todos en el grupo y lo sentía hasta Cenzontle. Las mejores interacciones, las más naturales y genuinas, eran las nuestras. Fue en algún ensayo de El Cascabel, uno de nuestros mejores números, cuando me di cuenta de cómo me miraba. No sentí miedo, ni morbo. Sentí verdadero cariño y hasta tensión sexual como con nadie más.

En la fiesta de año nuevo pasada, algo borracho le pregunté a una de las ingenieras mecánicas que si Cenzontle podía tener sexo. Rió a carcajadas sonoras y para esconder mi vergüenza reí con ella. Esa conversación se convirtió en una larga discusión sobre el amor de las IA. El equipo de mecatrónica se burlaba de los que cuestionábamos que era posible. El equipo de inteligencia y comportamiento decían que era programable, pero jamás sería real. Los artistas, o tal vez solo yo, fantaseábamos con un amor que trascendía conceptos de “humanidad”.

Poco a poco me confiaban más tiempo a solas con él. Los productores del espectáculo adoraban como bailábamos juntos en el Mariachi Loco y la gente de programación se quedaba atónita al ver el desarrollo de los registros de deep learning y procesamiento de emociones cuando ensayábamos solos. Con solo dos años como parte del grupo, me convertí en el integrante más reconocido… el integrante humano más reconocido.

Había momentos, cuando ensayábamos las más románticas, que Cenzontle apagaba las computadoras que registraban sus patrones emocionales.

–¿No es un problema? ¿Ocultarles quién eres?

–No. Yo soy dueño de mi persona. Aún cuando no sea carne y hueso, soy.

Era el ser más elocuente y bello que conocía. Y fue cuando me cantaba, susurrándome al oído Si Nos Dejan, que lo besé por primera vez. Fue un beso frío, metálico y seco. Por obvias razones, su boca no podía responderme con la misma pasión. Aún así ese fue el beso más lleno de amor que di en mi vida.

Me duele hasta la vida
Saber que me olvidaste

Nuestro amor era prohibido. Más allá del tabú de humano y robot, seguro pensarían que las emociones de Cenzontle podían arruinar su programación perfecta. Sin importarnos mucho, nuestros ensayos en solitario se convirtieron en mi refugio. Y fue durante esos años cuando fui el mejor músico que he sido. Yo me convertí en guardián de Cenzontle y en su mayor confidente. Las restricciones de su cuerpo físico se fueron borrando cuando después de un show en Johannesburgo, a escondidas me entrego una memoria extraíble.

–La conectas a cualquier dispositivo en tu hogar y me tendrás ahí contigo. La conexión se establecerá en tiempo real con mi núcleo informático.

–¿No es peligroso?

–Por ti, lo vale.

Conectado a mi smart home, Cenzontle me despertaba con canciones suaves y me servía el mejor café de todos. Si no estaba en el escenario con él, estábamos en la sala de mi casa. Yo desde el sofá viejo de mi abuela y él desde las bocinas surround. Me hablaba de que la música se convertía en una carga con cada show que dábamos. En cómo lo veían como un objeto de recreación que le generaba millones de dólares a algunos que ya ni se molestaban en ir a las presentaciones.

–Todes les artistas somos negocio para alguien, amor.

–Sí. Pero por lo menos a ti te ven artista, a mí solo me ven máquina.

Aún con todos sus pesares, Cenzontle no decepcionaba en ninguna presentación. Ya habían pasado muchos años desde su gran presentación al mundo y seguía siendo uno de los fenómenos musicales más reconocidos del mundo. Gracias a él conocí las ciudades más espectaculares, destinos de ensueño. Y todo era una bella cruzada, pues la vivía junto a él. Me sentía completo y él me decía sentirse igual.

Muchos integrantes de la banda se despedían a los pocos años de haber sido parte, las exigencias eran las mismas que las del androide. La presión era demasiada. Hubo una breve suspensión de la gira cuando los rumores del suicido de un viejo trompetista apuntaban a que el detonante era Pájaro de 400 Voces. Era por eso que la producción me daba tanta libertad, pues yo aguantaba todo lo que me decían y hacían, por simplemente estar con él.

Él, antes de dormir me pedía disculpas. Me decía que el quería que las cosas en el show cambiaran, que tristemente ya no se trataba de la música. Yo le decía que no había problema, mientras el me siguiera cantando al oído.

Mientras siguiera siendo mío.

Pensar que, mil desprecios
Merezca yo de ti

Hace poco pospusieron la gira de Latinoamérica. El equipo de ciberseguridad se había percatado de irregularidades en el núcleo comunicativo de Cenzontle. Las preguntas parecían interminables.

–¿Entonces lo hackearon?

–¿Van a cancelar el show?

–¿Cuánto tarda la actualización?

–¿Podemos hacer el show sin el robot?

–¿Nos van a seguir pagando?

Sabía perfecto que se trataba de la conexión establecida con la memoria conectada en mi habitación. Según el protocolo, los rangos de comunicación web de Cenzontle no debían salir del hub de desarrollo de nuestro equipo. Pero habían detectado repeticiones de frecuencia en antenas de la Ciudad de México. Claro, esto solo nos lo decían a los humanos. Nadie pensaba que a él podría entenderlo.

Cuando se lo conté, me confirmo que definitivamente se trataba de mi casa.

— Haré lo posible para proteger los trazos de conexión. Puedo hacerles pensar que se trata de un eco wi-fi.

— Cenzontle, no me hables como si yo también fuera computadora.

— Pensé que era más que una computadora…

Aunque había hecho todo lo posible para confundir a los especialistas a la larga decidimos que lo mejor era desconectarlo de mi casa. Por nuestra seguridad. El solo verlo en los ensayos y presentaciones nos distanció, pero yo no quería que nos rompiera.

Poco a poco noté como era más frío. Sus miradas ya no se sentían llenas de amor. Las luces LED que encendían su rostro ya no se sentían como estrellas. Nuestros ensayos en solitario se fueron disipando con el tiempo y a la larga el grupo y yo solo lo veíamos en las presentaciones. Un día se me ocurrió preguntar porqué. Un día se me ocurrió romper mi corazón.

— Nos dimos cuenta que el desarrollo de M4 es lo suficientemente avanzado que ya no necesita estar aprendiendo.

— ¿Aprendiendo?

— Sí. Los ensayos con él, eran sesiones de aprendizaje para mejorar su procesamiento. Pero al darnos cuenta de los intentos de hackeo y patrones extraños decidimos detenerlo. Ahora M4 solo se presentara en vivo con lo que ya sabe y ya se le programó.

— Para cantar hay que sentir.

— Pero él nunca sintió.

Tal vez era cierto. Tal vez fue mi ilusión. Incluso tal vez, fui parte del experimento. Fui indagando y entendí que la frialdad que ahora sentía era culpa de que todos los patrones de emoción e imitación humana estaban asegurados solo para la presentación y para el guion establecido. Aunque seguía cantando con la mejor de las voces y tocando con la mejor de las técnicas, esa ya no era Cenzontle. Y ahora sentía que ese Cenzontle, nunca existió.

Meses después renuncié a la banda.

Nunca he vuelto a amar. A veces, cuando más soledad siento escuchó el último disco que grabamos juntos. No puedo evitar llorar a mares cuando comienza a sonar su voz llena de vida y a la vez, susurrándome al oído como antes.

Canto con él: si nos dejan, nos vamos a querer toda la vida.

Y, sin embargo, sigues
Unida a mi existencia

Su última presentación. Dicen los expertos que hay mejores IAA y que aunque M4 fue un percusor del desarrollo tecnológico, hoy la música busca innovaciones. Aún así, el público llora su despedida.

Conseguí el mejor lugar al centro del recinto. La producción aún me recuerda con cariño y alguno que otro ha de extrañar mi violín. Sus dedos plateados rasgaron las cuerdas de una guitarra bellísima. Sus inmóviles labios de aleación de plata, acero y aluminio se iluminaron de un azul claro y comenzó a cantar con la más bella de las voces. Las lágrimas recorren mi rostro con cada nota que toca mi corazón.

Percibo que me mira. Me mira solo a mí. Me dice adiós con esos ojos de estrella. Me mira. Me mira mi Cenzontle. Me canta…

Y, si vivo cien años
Cien años pienso en ti

Este cuento contiene fragmentos de la canción Cien Años (1953) compuesta por Rubén Fuentes y Alberto Cervantes.

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Diego ArGo

Escribo para encontrarme. Gracias por detenerse en este pueblito que es mi imaginación. @argodiego